2 de noviembre de 2009

El bosque petrificado


Cuando un árbol muere su madera se pudre, se resquebraja y su poderoso tronco cae irremediablemente al suelo.

Pero este tronco lleva muerto más de mil años. Los mismos años que hace que una pequeña duna de arena ganó la primera batalla a la riada anual de la época de lluvias. Y desde ese primer año la duna ha seguido creciendo. Y el agua ya nunca inunda el lecho de este viejo valle.

Y con tanta sequía la madera ni se pudre ni es atacada por insectos y termitas, solo el viento y la arena se funden con ella y la endurecen hasta llegar a hacerla de piedra.

La sequía extrema que acabó con la vida de este árbol es también la responsable de su perpetuación.
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4 comentarios:

Fernando García Pañeda dijo...

La vida con sus paradojas, siempre...e

XTina dijo...

... y la Naturaleza con sus propias historias que contar.

paraquehablarsi dijo...

creo que es lamentable cada vez que un árbol se muere, fijate tu.

XTina dijo...

Sí, da pena pero es ley de vida, el problema viene cuando no hay nuevos árboles que sustituyan a los viejos.
A veces las catástrofes son necesarias para la supervivencia. Un bosque de eucaliptus necesita incendiarse cada al menos 200 años. Para que las semillas germinen necesitan temperaturas elevadísimas y si no se produce el incendio el bosque muere. Triste pero necesario.