27 de octubre de 2009

Horas y días de luz


Algunos de los pequeños y profundos placeres que proporcionan las escapadas a la Naturaleza vienen de la contemplación de amaneceres y atardeceres; de apreciar el sutil cambio lunar con el paso de los días y de las noches; y de observar y reconocer la estación del año por el manto de los campos y el color del follaje.

Todo esto se pierde cuando vives en la ciudad. Por eso el otoño en la ciudad es más triste. Y por eso, cuando llega el otoño, la llamada de la Naturaleza me resuena a gritos en la cabeza.

Y necesito cambiar días sin luz por días con luz.


2 comentarios:

Fernando García Pañeda dijo...

En la ciudad no sólo no se aprecia el otoño, sino tampoco las demás estaciones.
La llegada de la primavera y del otoño, paso a paso, color a color, nunca se aprecia. Ni el salitre en verano, ni los matices del blanco nieve en invierno.
Tremendos colores de foto.

XTina dijo...

Es cierto, en la ciudad no se aprecia ninguna estación, pero se me hace especialmente duro perderme los colores del otoño, porque la tristeza de las horas decrecientes no podemos compensarla con la alegría de los colores del otoño. Por eso echo más de menos la Naturaleza en otoño.
Gracias por la visita.