30 de noviembre de 2009

Dos amaneceres ...


... y dos atardeceres 
en un mismo día.

El avión tomó rumbo al Norte y casi sin darme cuenta el sol se escondió en el horizonte para volver a aparecer unas pocas horas después. Seguía siendo miércoles y aún me quedaba por ver la segunda puesta de sol del día.

El tercer regalo: sobrevolar la banquisa del Polo Norte.

Y así fue cómo las 10 horas de vuelo se convirtieron en un placer para los sentidos, porque los regalos inesperados son los más apreciados.
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2 comentarios:

Fernando García Pañeda dijo...

El tiempo ensanchado... Así que es real, es posible.
Espero que apurases ese placer al máximo.

XTina dijo...

La verdad es que me daban ganas de gritar por todo el avión lo que estaba ocurriendo fuera. Me impactó mucho.