3 de febrero de 2009

Las piedras de los arrepentidos

Para los Anangu el Uluru es un lugar sagrado. Y muy sagrado, porque en él todavía están vivas las señales que dejaron los creadores del mundo durante el Dreamtime y donde, todavía hoy, habitan sus espíritus.  
Los Anangu viven en completa armonía con la naturaleza, se alimentan de lo que ésta les proporciona en cada lugar y en cada estación, son nómadas, no cultivan, no acaparan, confían en que la tierra proveerá lo necesario en el lugar y forma que considere oportuno. 
No creen que la tierra les pertenezca, sino todo lo contrario, piensan que son ellos los que pertenecen a la tierra. Su compromiso con ella es tan fuerte que se sienten responsables de su cuidado. Y con ese único ánimo reclamaron al Gobierno Australiano poder volver a las tierras que habitaron sus antepasados, para poder cuidarlas de la forma en que se les ha enseñado generación tras generación, durante más de 40.000 años, a través de canciones, rituales y dibujos. 
Por eso piden al hombre blanco que respete estos lugares como ellos los respetan, y piden a los visitantes que no escalen el monolito, que lo que realmente deben hacer es "escuchar a todas las cosas" y, por supuesto, que no toquen ni se lleven nada de este lugar tan especial para ellos.  
Es imposible saber cuantos turistas se han llevado como recuerdo una piedra de Uluru, lo que sí se puede saber es cuántos la han devuelto. En el centro de visitantes hay recopiladas cientos de cartas que acompañaban a cientos de piedras de visitantes arrepentidos de habérselas llevado y que, convencidos de que eran portadoras de desgracia, devolvían a su origen pidiendo perdón por ello y esperando que ese gesto cambiase su suerte.

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