En la mirada de aquel peruano había un reproche que intenté despejar racionalmente, yo no estaba aquí hace 500 años, le dije también con la mirada, pero al sentir la tristeza de su corazón por la cultura perdida consiguió avergonzarme de la mía.
A cada paso el desierto se hundía bajo mis pies y no me dejaba avanzar, pero me hablaba. Me decía que no caminara con mis piernas, que en el desierto se camina con los sentidos y con la mente: paseando la vista por su inmensidad, escuchando su silencio, saboreando su falta de olor y tocando su arena que no queriendo ser tocada se escapa entre los dedos...
¿El mejor viaje? El que todavía no he hecho ...
... el que sigue en la carpeta de VIAJES QUE QUIERO HACER, alimentando mi imaginación y mi ilusión por viajar.